8/11/2010

La hoja de coca no es droga es legado cultural

La hoja de coca no es droga es legado cultural



Según las estadísticas oficiales, cuatro millones de peruanos utilizan la hoja de coca para fines tradicionales. Las hojas de coca sirven para rituales religiosos y para adivinar la suerte. El ‘chacchado’ de las hojas acompaña el trabajo en el campo de los agricultores.

El mate de coca levanta el ánimo y alivia el soroche. Pero la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un órgano de las Naciones Unidas, recomienda se prohíba el insumo de hojas de coca, pues las considera nocivas para la salud. Crónica de un choque de perspectivas.


19 de setiembre del 2006. En Nueva York se lleva a cabo la Asamblea General de las Naciones Unidas. Es el turno de Evo Morales, presidente boliviano. A los diez minutos de iniciado su discurso, Morales hace aparecer una hoja de coca entre sus manos. Dice:
Quiero decirles, [esta] es la hoja de coca verde, no es la blanca que es la cocaína. Esta hoja de coca que representa la cultura andina, una hoja de coca que representa al medio ambiente y la esperanza de los pueblos. [...] Es importante que conozcan que, científicamente [...], se ha demostrado que la hoja de coca no hace daño a la salud humana. [...] Cero de coca es como hablar de cero de quechuas, aimaras, moxeños o chiquitanos en mi país.

Desde hace buen tiempo, la creencia popular de que la hoja de coca no hace daño ha sido rechazada por los organismos internacionales. Ya la Convención Única sobre Estupefacientes, de 1961, incluye a la hoja de coca en su lista de estupefacientes. Perú y Bolivia han suscrito la convención y por ello están legalmente obligados a seguir su normativa. En el artículo segundo de aquella convención se lee:

Las Partes prohibirán la producción, fabricación, exportación e importación, comercio, posesión o uso de tales estupefacientes, si a su juicio las condiciones que prevalezcan en su país hacen que sea éste el medio más apropiado para proteger la salud y el bienestar públicos.

En el artículo 26 se hace mención explícita a los arbustos de coca:
En la medida de lo posible, las Partes obligarán a arrancar de raíz todos los arbustos de coca que crezcan en estado silvestre y destruirán los que se cultiven ilícitamente.

La Convención permite “la masticación de la hoja de coca” por razones tradicionales (art. 49), pero solamente durante los 25 años siguientes a la entrada en vigencia de la Convención. Por lo tanto, la excepción caducó el año 1986. Desde el punto de vista legal, la JIFE tiene pues toda la razón al invocar a Perú y Bolivia a prohibir el consumo tradicional de la hoja de coca.

Además del tema médico está, por supuesto, el tema cultural. El discurso de Morales presenta a la hoja de coca como elemento esencial de las culturas bolivianas. Según el informe del INEI arriba mencionado, en el Perú la mayoría de la coca se consume en las áreas rurales de la sierra. No es descabellado asumir una fuerte relación entre tradiciones andinas y el consumo de coca.

Otros países han decidido otorgar privilegios legales para fines culturales. En algunos estados de los Estados Unidos como Oregon, el consumo del peyote, una planta alucinógena, está permitido para ceremonias indígenas (fuente: New York Times). En el Reino Unido, Hong Kong, la India y algunas partes de Canadá, los miembros de la cultura Sikh, cuya creencia los obliga a llevar un turbante, son exceptuados de la obligación de llevar un casco al conducir motocicletas (fuente: CBC News). En Alemania, los musulmanes y judíos pueden sacrificar a animales sin anestesia, de acuerdo a sus creencias religiosas, a pesar de que las leyes prohíben el sacrificio de animales en estado consciente.

En todos estos casos, las excepciones se otorgan con el fin de proteger los valores y costumbres de una cultura o religión. Según esta perspectiva, el valor de pertenecer a una cultura o religión prevalece sobre el daño causado por el uso de estupefacientes, el peligro de manejar sin casco y el bienestar de los animales.

El asunto no es solamente a nivel nacional. En la reciente Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (cuyo valor legal es inferior al de una convención), la Asamblea General de las Naciones Unidas sostiene que “los pueblos indígenas tienen derecho a practicar y revitalizar sus tradiciones y costumbres culturales”

Lo cual nos lleva a una pregunta complicada. ¿Cuál es el valor cultural del consumo de coca tradicional? Cuánto se perdería con una prohibición? eso es la duda que lo ponemos a consideración del mundo.

Chacchar coca fue por largos decenios la prueba de la postración del mundo andino. La idea era que se masticaba la hoja para mitigar la fatiga y el hambre, es decir para combatir pasivamente los efectos de la explotación y la marginación. La coca era vista como parte de los mecanismos de control del pueblo autóctono. Pero cuando empezó la exaltación indigenista de lo autóctono, los atributos de lo indígena siguieron el mismo curso, chacchar uno de ellos. La práctica pasó de muy mala a muy buena, parte de una mejor supervivencia en los ecosistemas de las grandes alturas .




ELSA MALPARTIDA

ELSA MALPARTIDA UN PERU PARA TODOS